domingo, 28 de enero de 2007

QUE DIFICIL ES SER UN PUEBLO

QUE DIFICIL ES SER UN CIUDADANO Y FORMAR PARTE DE UN PUEBLO
por Víctor O. García Costa
En el marco de la degradación social en que vivimos, cada vez es más difícil ser un Ciudadano y formar parte de un Pueblo. Es doloroso pero es así.Ciudadano y Pueblo no son simples vocablos, fácilmente sustituibles por algún sinónimo. Esas voces no tienen sinónimos. Ciudadano y Pueblo son los títulos de honor más altos en una República Democrática. Recuerdo que Carlos Sánchez Viamonte, ese gran Maestro del Derecho Constitucional argentino, solía decir que cuando él muriera no quería que su epitafio contuviera la mención de sus títulos de doctor y profesor emérito, sino que dijera simplemente : ’’Aquí yace un Ciudadano de la República’’. Y porque lo fue en el más alto grado, así titulé el libro que escribí a pedido del Círculo de Legisladores Nacionales dedicado a su magnífica figura: Carlos Sánchez Viamonte, Ciudadano de la República.El sistema económicosocial en que vivimos, insolidario, corrupto y corruptor, todo lo pervierte. En su forma globalizada, también ha globalizado la corrupción, el latrocinio y la inmoralidad. Nos debatimos en un mundo perverso, que rechaza las ideas y que se aturde con toda forma de ruido que le impida pensar. El bombo es la estrella: reina en las manifestaciones, en las canchas de fútbol y hasta en la Universidad. La gente ya no se mueve y marcha por ideas, como en las épocas más gloriosas del movimiento obrero y estudiantil y de los reclamos populares. Ahora la llevan y traen en colectivos, por un choripán y algunos pesos.Gobernantes corruptos, jueces corruptos, políticos corruptos, funcionarios corruptos, profesionales corruptos, religiosos corruptos, comerciantes corruptos, dirigentes corruptos, gremialistas corruptos, policías corruptos, periodistas venales, la sociedad entera está inmersa en una especie de cloaca en la que prima el poder del dinero que todo lo compra, ciegos y sordos ante el crimen, el robo, el proxenetismo, la trata de personas, el narcotráfico en un sistema en el que la ley es como el cuchillo: no hiere al que lo maneja,Claro que hay excepciones, pero son cada vez menos. Lo que la sociedad muestra, en todos los niveles, es un alto grado de perversión moral y social del que será muy difícil salir. Frente a una minoría que se debate en el campo del trabajo, de la ciencia y de la investigación en una búsqueda incesante de recursos en favor de la vida humana, una inmensa mayoría vive emporcada en las formas más variadas y rastreras de la corrupción y el encubrimiento con el único objetivo de enriquecerse a costa del sufrimiento y las carencias humanas: carencias de alimento, de educación, de protección de la salud, de derechos y de justicia.El utilitarismo más abyecto impera en la sociedad en que vivimos imponiendo la política del Avivato, esa que exalta al ladrón público, al juez venal, al gobernante corrupto, al funcionario coimero, que llegan a la función pública con unos pocos bienes o ninguno y que salen de ella enriquecidos, luciendo grandes mansiones con piletas de natación, viajando en cruceros por el Caribe y ostentando lujoso automóviles. Dolorosamente, para la mayoría de nuestro pueblo esos personajes no son delincuentes, sino ’’vivos’’, ’’ranas’’ a los que hay que adorar y seguir con el paso cansino, como diría Almafuerte, de las discretas pezuñas de los carneros.De este modo, sin educación y con hambre, explotados sin esperanzas, los millones de excluidos sociales creen ingenueamente que con estas dirigencias y con este sistema van a encontrar solución a sus problemas seculares y se limitan a esperar, como una beneficencia, que los vándalos dejen caer sobre sus bocas unas pocas gotas del agua fresca que ellos beben a raudales: esto es, la limosna de unas pocas monedas para lavar el enorme caudal del latrocinio.

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